domingo, 15 de junio de 2014

En casa - Daheim - Home

Cuando me fui de Berlín me embargó una sensación de vacío que decidí que no quería volver a sentir. Después de más de veinte años viviendo en Córdoba, en casa de mis padres y teniendo claro todos los sentimientos que implican la expresión "en casa" (home en inglés, zu Hause o Daheim en alemán), de repente llegué a un país con un idioma extraño en el que me tocó empezar de cero, con gente antipática, desconsidera, grosera y mandona, una ciudad, llena de obras, suciedad y tráfico, una ciudad gris. No lo digo yo, lo dijo Annelise Bödecker. La primera ciudad en la que me di cuenta de que el hogar no es donde tienes las raíces, sino donde crecen las ramas. La primera ciudad que me dolió enormemente abandonar. La primera vez que sentí el desarraigo, pero no por estar allí, sino por tener que abandonar Berlín.

En ese momento decidí que no echaría raíces, que no dejaría de moverme, que no permitiría que ningún sitio me atrapara como me atrapó Berlín. Y desde entonces no he parado. 2005 fue el año que llegué a Berlín y 2006 el año que tuve que irme. En 2007 me fui a vivir a Massachussetts, en 2008 a Duisburg, en 2009 a Córdoba (con una breve estancia en Logroño), en 2010 a Schwäbisch Hall, en 2011 a Öhringen, en 2012 a Osnabrück y en 2013 Hannover se cruzó en mi camino. ¡Y de qué manera!

Hannover, con su Limmerstraße llena de punkys que arman jaleo de madrugada, llena de ruido y suciedad. Hannover con su tranvía número 10 que de repente te dice que tienes que seguir a pie. Hannover con sus días de lluvia, frío y calor todo en uno. Hannover con su Bohne donde hacen helados caseros y las sillas son tumbonas de playa. Hannover con su Mr. Thang que tiene sushi a 6,50. Hannover con su Georgengarten donde tirarse a disfrutar del día y no pensar en nada o donde recuperar la costumbre de correr. Hannover con su Milanabonita que viene a tomarse un café y parece que el tiempo se para y de repente ya han pasado tres horas. Hannover con su Lau que es mi hermana, mi madre, mi hija, mi esposa y mi amiga todo en uno y se fue (pero tampoco demasiado lejos). Hannover con su Gaditano que vino en vez de Lau y es como si llevara aquí toda la vida (todavía no es mi hermano, mi padre, mi hijo, mi esposo y mi amigo todo en uno, pero sí es más que un simple compañero de piso, además de mi entrenador personal). Hannover con su Leonesa (León: la cuna del parlamentarismo, con las  mejores tapas del mundo, donde lo mismo te encuentras el cáliz de Cristo que te pegan dos tiros, que en León son muy suyos) que vamos a estudiar a la biblio y al final terminamos de cervezas hasta las mil. Hannover con su Mire que conoce todas las Happy Hours de la ciudad y hace los mejores cócteles a este lado de los Pirineos (y al otro lado también) y que si no fuera por ella saldríamos aún menos de Linden. Hannover con su Nanotecnóloga que siempre está dispuesta a venirse por el barrio, para una cerveza, un café o lo que encarte. Hannover con su Cersei, que se fue (esta vez sí, demasiado lejos), pero que de algún modo sigue aquí. Hannover con su gente que no vive en Hannover, pero viene de visita de vez en cuando. Hannover, que después de diez años me ha recordado lo que significa "sentirse en casa".

Hannover, que me ofreció todo lo que no buscaba y lo único que no puede ofrecerme es lo que venía buscando.

He encontrado un trabajo bastante bueno (de hecho, un trabajo de puta madre) a casi dos horas de aquí. Estoy muy contento y más sabiendo sabiendo lo que me espera si me quedo aquí o si cometo la locura de volver a España (que me apetece cada vez menos). Es lo que llevo buscando casi desde que acabé la carrera. No me puedo quejar. Y sin embargo aquí estoy escribiendo esta entrada después de casi tres meses de sequía blogueril. Dando una buena noticia (una noticia de PUTA MADRE) como es un curro nuevo, pero una buena noticia que tú, que acabas de leer la entrada, no tienes la sensación de que lo sea.