martes, 28 de junio de 2011

Capital Cultural 2016 - El fin de un sueño

Bueno, pues ya está, será San Sebastián, felicidades.

No voy a entrar en polémicas políticas, porque vivo en el mundo de la piruleta y pienso que la capital cultural tendría que ver sólo con la cultura.

Lo que toca es lo que toca y voy a empezar hablando de Córdoba ¿por qué? Porque soy cordobés y el blog es mío y me lo follo cuando quiero y escribo como da la gana. Es cierto que queda mucho por hacer en Córdoba, y que tiene muchos incovenientes para ser capital cultural (oye, que sea mi ciudad y la quiera no significa que no pueda ver algunos de sus fallos), por ejemplo ese cierre de las bibliotecas por la tardes en verano; ese calor que te mueres a partir de mayo (vale, contra eso no pdoemos hacer nada); el hecho de que se dedique más presupuesto a fiestas y festejos que a cultura; un transporte público tan caro como el de Madrid cuando Córdoba es seis veces más pequeña; y eso sólo para empezar; si os animáis a poner más usad los comentarios. Pero también es cierto que teníamos méritos para conseguirlo: Cosmopoética, la Filomoteca, Animacor, las jornadas de la Casa de la Juventud, Al-Quibla, el Ateneo, los diferentes museos (Arqueológico, Julio Romero, Taurino, etc.), ser Patrimonio de la Humanidad (que me dí cuenta de que no contaba para nada cuando echaron a Cáceres, a Alcalá de Henares, a Cuenca y a Tarragona de la competición), la Noche Blanca del Flamenco (que sí, que vale, que se podría enfocar de otra manera, pero oye cuando puedes ver a tanto flamenco junto y gratis), y eso por no hablar de monumentos y de la historia de Córdoba, que ya era importante mucho antes del Califato Omeya (lo dicho, si pensáis que hay más cosas, usad los comentarios). Los turdetanos la convirtieron en la capital de Tartessos, en tiempo de los romanos era capital de la Hispania Ulterior, y en tiempos de los Omeyas era la ciudad más importante de occidente (si es que se podía considerar "occidente"). (Me niego a hablar de lo de la convivencia de las tres culturas, porque eso sí que es vivir en el mundo de la piruleta: se soportaban, compartían un espacio, no se degollaban demasiado los unos a los otros, pero de ahí a lo de "convivencia pacífica y harmoniosa" va un buen trecho).

Ah, y además nosotros tenemos a Puerta de Osario.

Pero hoy no vengo de hablar de Córdoba (vamos, no sólo), sino que no creo que San Sebastián se merezca la capitalidad cultural. A ver, no me malinterpretéis; estuve allí en abril y me pareció una ciudad preciosa (al menos lo que pude ver en las escasas diez horas que la visité desde Vitoria), pero creo que otras candidatas (aparte de Córdoba) se lo merecían mucho más.

Empezando por Segovia, que tiene un patrimonio cultural tan rico como el cordobés (de forma diferente, pero igualmente rico) y siguiendo por algunas de las que se quedaron en el camino, como Cáceres o Alcalá de Henares que comenté antes.

Pero en fin. Europa ha hablado, y nosotros nos hemos comido una mierda (hablando mal y pronto). ¿Nos merecíamos los cordobeses la capitalidad compitiendo con ciudades como Segovia, Zaragoza, Cáceres, Alcalá o Tarragona? No lo sé. ¿Nos la merecíamos más que San Sebastián? Sinceramente creo que sí. Pero bueno, supongo que el Festival de Cine pesa más que Cosmopoética (y hablando de Cosmopoética, yo fui a la primera edición, cuando todavía no era tan comercial y ni se planteaba como una convención anual MODO ABUELO-CEBOLLETA-INDIE OFF).

sábado, 25 de junio de 2011

Fin de las vacaciones

Siento no haberme pasado por aquí desde hace más de dos semanas. Pero es que he estado de vacaciones en Córdoba, y ahora que empiezan las vacaciones aquí, se me acaban a mí. Sí señoras y señores vuelvo al curro pasado mañana (y oficialmente mañana)... y creo que van a ser las cuatro semanas y media más largas de todo el curso.

¿Y qué he hecho que he estado tan ocupado como para no poder actualizar? Pues básicamente vaguear y mucho. Además de corregir los exámenes de casi tres clases (sí, no he acabado de corregir todos los exámenes que me traje, lo sé, soy lo peor). Bueno, pero mejor vamos por partes.

Desde el domingo tarde que llegué hasta el martes después de comer estuve en el Rincón de la Victoria, disfrutando un poco de la playita, que después de San Sebastián y Hamburgo me quedé con muchas ganas de playa (pero bueno ¡¡yo con ganas de playa!! ¡¡¡¡¡quién me ha visto y quién me ve!!!!!!). El martes por la noche tuvimos cenita familiar de esas ligeritas que cuando acaban no te puedes levatar de la silla, con mis dos sobris, que están pa comerselos.

El miércoles por la tarde hice el examen oral de alemán de la EOI (del que esta semana han salido las notas y he aprobado, así que para septiembre sólo tengo el escrito, que no pude hacerlo porque estaba en Öhringen, y menos mal porque me acabo de enterar que los libros de lectura son obligatorios).

Después de hacer el examen, esa noche recogí a dos canadienses, amigos de Elena (una amiga de la facultad) y los llevé a su piso y el jueves salimos la gente de la clase con los canadienses y ¡oh sorpresa! acabamos en el Long Rock (antes de pasar por La Espiga, por supuesto).

El viernes por la noche me fui de senderismo (sí, por la noche) por la sierra con unos amigos y acabamos a las dos de la madrugada. Menos mal que fue de noche, porque estas dos semanas me he enterado a base de bien de que el verano ya ha llegado a Córdoba (y por lo visto mañana suben las temperaturas, pero no sé ya cómo van a subir más porque por ejemplo ayer teníamos 43 ºC a las ocho de la tarde).

El sábado por la tarde fui a una boda y después hicimos kukibotellón (es decir botellón en el piso de kiko) y acabamos ¡como no! en el Long Rock, bien es cierto que no llegamos a oir el My Way, pero sí bailamos el New York New York, y eso ¿qué significa? pues que si bien no llegamos a cerrar el local, sí que volvimos a casa cuando los panaderos ya hace un buen rato que han sacado la primera hornada.

El domingo hizo mi hermana sus oposiciones y después nos fuimos a comer al campo como viene siendo la tradición desde que se hicieron las primeras oposiciones de mi generación en mi familia hace ya ocho años (creo que el hecho de que desde hace ocho años cada junio alguien de mi familia haga unas oposiciones da una ligera idea de la opinión que hay en mi familia de los funcionarios) y acabé volviendo a Córdoba tardísimo, así que no pude hacer todas las cosas que quería hacer ese día.

La siguiente semana estuvo mi sobrina en casa todas las mañanas, así que me ha ocupado la mayor parte del tiempo. Sin embargo sólo caben destacar una cervecilla inesperada y de total casualidad en el Correo el lunes a mediodía y que el miércoles me dió un corte de digestión lo que me privó de ir a la Corredera con la gente de mi clase (algo que me moría de ganas de hacer, pero bueno, la Corredera me tendrá que esperar). Cuando a alguien normal se le corta la digestión, le duele mucho la barriga, se pone bastante malusquillo y acaba vomitando. Cuando a mí se me corta la digestión me duele mucho la barriga, me entran mareos, no puedo estar de pie ni tumbado, me dan 39 ºC de fiebre, me duelen todos los músculos y me dura la "resaca" dos días después de vomitar. En parte por eso no he corregido todo lo que quería corregir (bueno, en parte por eso, y en parte porque he preferido leerme dos cómics de considerable tamaño).

Ayer por la noche, salí en plan tranquilo un ratillo para despedirme de algunos de mis amigos y NO acabamos en el Long Rock, pero en realidad fue porque me retiré a tiempo, porque sabía que hoy iba atener todo el día ocupado.

Hoy hemos celebrado en el campo el santo de mi sobrino, y (si bien ha habido un pequeño fallo en los tiempo de la organización) se ha demostrado que los jóvenes somos cada vez más viejos y que al final vamos tirando cada uno para nuestro lado. Mientras que algunas veces nos hemos llegado a juntar casi cuarenta personas, hoy apenas hemos estado quince. Esperemos que en verano nos juntemos algunos más. (Aunque no sé a qué me refiero con eso de "en verano" porque como haga más calor me arranco la piel a tiras).

¡Felices vacaciones! (a quienes las tengáis, claro)

martes, 7 de junio de 2011

Hamburgo

Ya han pasado dos días desde que volví de Hamburgo y todavía me dura la alegría de haber estado (y eso a pesar de tener una pila de exámenes, de los que seguramente me tenga que llevar una parte a España en las vacaciones), así que ahora que estoy un poco más libre os puedo contar qué tal fue.

Salí de Öhringen el miércoles a las 20:30, y doce horas mas tarde (incluyendo tres interminables horas en la estación de Núremberg, donde por cierto, los jóvenes hacen botellón por la noche) estaba llegando a Hamburg-Altona, donde me recogió Aitor, desayunamos a la portuguesa, soltamos las cosas en casa de Uxía y a explorar la ciudad que nos fuimos.

Con esa mañana ya puedo decir que me encanta Hamburgo, y eso que cuando pasamos por St. Pauli (uno de los barrios míticos, algo así como Prenzluer Berg en Berlín o Malasaña en Madrid) fue por la mañana y apenas había gente en las calles. Anduvimos por St. Pauli hasta llegar más o menos al puerto, que a pesar de ser un puerto fluvial, huele a mar, y tiene gente que se baña, aunque de eso mejor hablo luego. Nos dejamos engañar por la Lonely Planet (o más bien Aitor se dejó engañar por lo que yo entendí de la Lonely Planet) y al final llegamos a nuestro destino, que era la plaza del ayuntamiento.
Allí cayeron una salchichaca y la primera de muchas cervezas. Estando allí, quedamos con Uxía para ir a comer pescaíto en un bar portugués y después de llenarnos la panza fuimos a dar una vuelta a ver si bajábamos un poco la comida. Luego llegamos a casa de Uxía para descansar un momento antes de empezar la noche. Pero, claro, cuando uno ha dormido sólo tres horas en el tren y se da un palizón de andar, sabe cuando cierra los ojos, pero no cuando los va a volver a abrir.

El caso es que Aitor y yo escalamos a la cama de Uxía, y cuando me desperté, desperté a Aitor y tuvimos la siguiente conversación.

Yo: ¿Qué hora es?
A: Más de las diez, podemos seguir durmiendo, que ya no vamos a salir
Yo: ¡¡Que van a ser más de las diez!! Si todavía es de día.

Efectivamente, eran más de las diez y todavía era de día. Pero ya estábamos despiertos, así que nos pusimos a cenar (algunos más que otros ;-P ) y a youtubear un rato antes de acostarnos. Hablando de acostarse, algunos dormimos en la alfombra voladora de Aladino, una pena no haberle echado una foto.

Al día siguiente, nos levantamos cuando los gallos ya están afónicos de tanto cantar, desayunamos, charlamos, recogimos las cosas, y nos fuimos a comer carnaca (Nota: las compañeras de Uxía son veganas talibanas, así que la hemos cuidado lo mejor que hemos podido, nos hemos sacrificado por ella, y hemos ido a comer carne y pescado). Estando allí, llegaron dos amigos de Uxía que viven en Kiel, y nos fuimos los cinco a la playa.

¿Playa dices? ¿no habíamos quedado en que Hamburgo no tiene mar, sino que tiene río? Sí, dejadme que os explique. Tiene un puerto fluvial (pero no como Sevilla, que el río es navegable, pero el puerto es de mentira, sino un puerto de verdad), de hecho es el puerto más importante de Alemania y uno de los más importantes del mundo; así que los hamburgueses le han echado imaginación, han montado unos cuantos ciriguitos, han echado arena, y ya tienen playa (¡si es que los alemanes son más apañaos cuando quieren!).

Nosotros optamos por irnos a las piedras a remojarnos un poquito los pies.









O esa era la idea en principio, porque al final yo acabé estrujando la camiseta de lo mojada que acabó.









Y es que cada vez que pasaba un barco llegaban olas, y claro, una persona normal a lo mejor se aparta para que no le mojen, pero yo, que me disfrazo de Herr Risquez de lunes a viernes todas las semanas, en Hamburgo he estado de vacaciones, así que me he olvidado del Herr Risquez y he vuelto a ser ese Antonio que se saca una pichilla de mentira para hacerse una foto con el Maneken Pis en Bruselas.

Después de la tarde en la playa nos fuimos a comernos unos Dürüms y a casa de Uxía a cambiarnos, a descansar un poco los ojos, a resucitar y a salir por St. Pauli, a tomarnos unas caipirinhas y unas birrillas.

Ya al día siguiente, lo de levantarse sí que fue un despropósito total y acabamos levantándonos para mediodía. Pero, oye, que estábamos de vacaciones, y que ya habíamos visto lo más importante (o eso creía yo). Uxía tenía una comida de trabajo (lo que traducido al universo Hamburgo signfica "tenía que ir a una barbacoa"), así que Aitor y yo nos fuimos a ver qué nos faltaba por conocer y, contra todo pronóstico, acabamos comiendo pescado.

Nos volvimos a recorrer casi toda la costa de la ciudad y acabamos en un bar portugués donde casi no hacía calor tomándonos un café con leche. De allí fuimos a visitar un par de edificios que nos quedaban por ver, y de casualidad llegamos a St. Georg, que es otro de los barrios míticos de Hamburgo (Reflexión personal: en serio ¿qué hago en mitad de los bosques de Baden-Würtemberg existiendo ciudades de verdad como Hamburgo?).

Luego, vuelta a casa de Uxía, a hacer una tortilla al más puro estilo españoles-fuera-del-terruño y ensalada de cuscus con tomates y champiñones, vegana pero muy rica y, lo más importante, a dar buena cuenta de las cervezas y el vino que teníamos ¿para qué salir de fiesta cuando ya la teníamos en casa?

Y así, entre risas y cervezas acabó la última noche en Hamburgo. Al día siguiente Aitor y Uxía se levantaron una hora más temprano de lo que tenían que hacerlo sólo por acompañarme a la estación y ocho horas más tarde (retrasos de trenes y pérdidas de enlaces incluídos) acabó el puente.

Pocas veces me he alegrado tanto de unas vacaciones y me ha recargado tanto las pilas un puente.

Sed felices, y no os vayáis de este mundo sin haber estado al menos una vez en Hamburgo ;-)

domingo, 5 de junio de 2011

Tú eres eso

Si digo que el puente en Hamburgo ha ido genial me quedo corto. Pero vais a tener que esperar un tiempecillo (espero que sólo hasta mañana o el martes) para leer la entrada de Hamburgo; tranquilos, prometo que la espera merecerá la pena. Pero tengo que hacer dos exámenes para mañana y además preparar otras dos clases, así que sin que sirva de precedente (entre otras cosas porque el autor de este blog tiene un oído enfrente del otro) os hago un Feliz Domingo Musical. Aquí os dejo una canción de alguien que me recordó Aitor en Hamburgo.

Y a ese par de personajillos que me descubrieron al Puchero del Hortelano, sólo os puedo decir gracias. Gracias por descubrirme a ese gran grupo... y sobre todo, gracias por haber estado ahí, al pie del cañón durante más de veinte años.