viernes, 31 de agosto de 2012

28 horas y media

28 horas y media es lo que llevo en mi nueva ciudad en el momento de empezar a escribir esta entrada. En este tiempo me he dado cuenta de algunas cosas:

- Mi compañero de piso mola un montón (y su novia también, pero ella se va mañana, así que lo mismo hablo poco de ella a partir de ahora)
- Mis compañeros del instituto molan (a su manera) casi tanto como los del año pasado. Sólo he estado con ellos unas horas, podré dar una opinión más profunda dentro de dos años.
- Después de dos años oyendo hablar suabo, el alemán estándar suena raro; se entiende perfectamente, pero suena raro.
- Después de dos años oyendo hablar suabo, se me escapan cosas como "wann fährscht du?"
- Se me olvida pronto que un viaje de siete horas es un viaje mucho más corto que uno de dieciséis horas.
- Dar 16 horas de clase a la semana mola mucho porque tengo los viernes libres (e incluso hay un día que doy sólo dos horas).
- He visto dos tiendas de segunda mano y me han hablado de otra (y eso sin haber salido a explorar) y lo de segunda mano me pirra.
- No llevaba ni 24 horas y ya me han comentado de dos fiestas populares en la ciudad, una este domingo y otra el sábado que viene.
- Me gusta mucho hablar alemán, pero hablarlo sin parar con litro y medio de cerveza en el cuerpo ya cansa.
- Si hay que recenar para conocer gente, se recena; total, H ya me ha dicho dos sitios fenomenales para ir a correr (y ninguno es el que yo había buscado).
- Una persona no puede ser siempre fotogénica, vamos, que cierta personaja sale mal en las fotos que le echa la policía mientras conduce.

Y ahora la parrafada infumable que todos estabais temiendo esperando:

Ayer salí de Málaga sobre mediodía esperando un vuelo de dos horas a los que estaba acostumbrado. Craso error: Málaga está más al sur que Madrid y Bremen está más al norte que Frankfurt. Aunque Ryanair no es Lan Chile (de hecho, se parecen como un huevo a una castaña) el vuelo fue bastante bien. A pesar de haberle dicho a mi padre que sería demasiada casualidad, cada vez que veía a alguien medio joven y solo en el avión sólo podía pensar: "éste también viene a Niedersachsen como yo, de profe visitante". El miércoles comprobaré lo equivocado que estaba.

Después de recoger mi maleta, de quince minutos en tranvía, de una carrerita por la estación de Bremen (para no perder las buenas costumbres), de un trayecto de hora y cuarto que se me hizo mucho más largo que un Heilbronn-Crailsheim a pesar de durar prácticamente lo mismo, y de tirar de la maleta durante 20 minutos por las calles de Osnabrück, por fin llegué a mi nueva casa. Aquí estaba esperándome H (mi compañero de piso), que me ayudó a montar la cama (y menos mal, porque si no todavía estoy liado con las tablas), cuando acabamos, me enseñó el kit de supervivencia del barrio (Rewe, Aldi y el kebab) y nos fuimos a Mister Kebab con su novia, nos compramos la cena y nos pusimos a cenar en el balcón (porque mi piso nuevo tiene un pedazo de balcón, donde cenan tres personas a luz de las velas). A (la novia de H) es más maja: como mañana se va a Escocia durante un año, hoy hacía una cena de despedida con sus amigos en un restaurante que sólo venden Flammkuchen y sin conocerme de nada, me dijo que hoy fuera para allá.

Como hoy tenía el claustro a las 10:30, me levanté con la calma a las 8:00. Lo de "con la calma" va muy en serio, para no llegar tarde al claustro tenía que coger el autobús (la parada está a diez minutos de mi casa) de las 10:15 (en realidad lo quería coger antes para ir tranquilamente a la escuela y hablar con la administradora, darle todos mis papeles antes del claustro, etc.)... por poco pierdo el bus y casi he llegado tarde al claustro; al final llegué el último, pero a tiempo. En el claustro un apunte sobre la personalidad española y alemana. Llegó un momento en el que nos nombraron a los nuevos uno por uno y teníamos que presentarnos. No nos nombraron alfabéticamente, porque si lo hubieran hecho, yo no habría podido ser el primero. Nos presentamos de la siguiente manera:

Afra: Soy fulanito de copas, el nuevo compañero de español, sustituyo a la que había antes y me alegro mucho de estar aquí en Osnabrück con un claustro tan simpático (todo esto en alemán).

El resto (alemanes, que hablan alemán mejor que yo): Hallo.

Después del claustro me fui con la otra profesora de español (alicantina ella) a comprarnos un bocata porque la comida de los profesores de principio consiste en no comer, pegarse una caminata de tres horas y tomarse un café y un trozo de tarta (Kaffekuchen: el mejor invento alemán desde que Guttemeberg inventó la imprenta). Después de eso nos fuimos a cenar de barbacoa. Por lo visto yo me había apuntado para la cena en julio y no me había dado ni cuenta (si es que no aprendo).

Así que cuando llegué a mi casa y llamé a H para ir a donde estuvieran con los Flammkuchen hice de tripas corazón y acabé recenando. Que sí, que también podría haberle dicho "lo siento, pero ya he cenado con los profesrores, nos vemos cuando volváis del restaurante" pero no lo he hecho por dos razones. 1: Acabo de llegar y cualquier oportunidad de conocer gente es más que bienvenida y 2: no soy alemán (esta segunda razón va especialmente dedicada a Frau Casal y a nuestro inofensivo juego de interculturalidad). Así que después de recenar con H, A y algunos de sus amigos, me han invitado a comer con ellos mañana, pero que vaya o no depende del tiempo que pierda en la oficina del padrón, en el banco, en la compañía de salud y llamando a la oficina de hacienda de Öhringen.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Duelo de comidas: Umami vs. Handi Rotti

Uno va cumpliendo una edad y cada vez menos dedica la noche a hacer el gamba cual adolescente o joven universitario con riadas de alcohol y más a dejarse llevar por los placeres de la carne, en concreto los placeres del paladar. Quizá agosto no sea el mejor momento para visitar Córdoba, pero tengo las vacaciones que tengo y me tengo que adaptar (además 47 ºC tampoco es para echarse las manos a la cabeza). Hoy vengo a hablar de dos restaurantes que han abierto hace poco en Córdoba: Umami (también conocido como la Salmorejería de Jesús María) y Handi Rotti (también conocido como el buffet indio del Tablero).

Situación
La Salmorejería está en pleno centro, entre la Plaza de las Tendillas y la Mezquita (C\ Jesús María 6), así que es bastante fácil llegar a pie o en autobús. Pero si tenéis que ir en coche, mejor metéroslo en el bolsillo aparcadlo en República Argentina u olvidaos de llevarlo.

El indio está en el Tablero, así que hay que ir en coche o no ir, eso sí, problemas de aprcamiento no hay ninguno.

Servicio
Las dos camareras de la salmorejería que nos atendieron fueron muy amables y simpáticas, en este aspecto muy positivo. Lo único que al ser nosotros un grupo de 11 personas y estar acostumbrados a parejas o grupos pequeños, un par de veces tardaron un poco con la bebida. Un poco, no mucho.

El indio es un buffet, así que cada cual se servía su comida, pero aún así el camarero que había nos informó bastante bien de los precios y lo que eran algunos postres típicos indios.

Comida
Cuando uno va a comer lo más importante es la comida, así que este aspecto es el más importante.

A pesar de lo que alguna gente piensa, en la salmorejería hay más cosas aparte de salmorejo. Nosotros pedimos tres tipos de salmorejo diferentes (normal, meloso y de calabacín, en mi opinión el mejor el meloso), bacalao frito, calabacín con jamón y de postre arroz recubierto de chocolate (buenísimo). Y todo eso con una media de dos o tres bebidas por persona. La comida bastante buena. Además no fue de estas veces que comes tanto que te acaba doliendo la barriga (en mi opinión eso es algo positivo, pero para algunos de quienes fueron conmigo no es tan positivo), pero sí acabamos bastante satisfechos. MUY IMPORTANTE: yo tengo el estómago que con sólo mirarlo ya tengo ardores, así que cenar salmorejo es un suicidio estomacal, pero esa noche no tuve nada de ardores; no sé cómo lo hacen, pero se lo agradezco enormemente.

La comida del buffet indio es mala con avaricia. Cuando uno va a un idio ya sabe a lo que va (o como dice un amigo mío "la comida india pica cuando entra y cuando sale"), pero cuando va a un buffet también, y éste dejaba mucho que desear. Había muy poca variedad y con tres repeticiones yo acabé ya con la sensación de que me rebasaba el estómago (y tengo muy buen saque, que la redondez es el trabajo de toda una vida). El único aspecto positivo es que la bebida (refrescos y agua) se podía rellenar cuantas veces quisieras (recordándome a mi época en EEUU), quizá esas cuatro Coca-Colas de 0,4 litros constribuyeron a acabar tan lleno. Pero vamos, que cuando en un restaurante lo que destaca es la Coca-Cola, malo.

Precio
En la salmorejería no pude ver la cuenta (es lo que tiene ir con los mayores de la familia), pero creo haber oído que al final salió por unos 12-15 € por persona, que está muy bien.

En el indio, con descuentos incluidos (llevábamos 2 x 1 y éramos impares) salió por unos 8,50-9 €.

Resultado
En nuestra batalla de hoy, la salmorejería le gana por goleada al indio. A la salmorejería quiero volver, del indio me llevo acordando toda la noche.

domingo, 19 de agosto de 2012

El mirador de la Fontans

Cuando estuve en Vitoria la última vez, el viernes por la noche me fui de cañas con las tres profes como todas las noches. Pero a las doce, las niñas buenas se fueron a la cama y yo me fui a conocer la noche vitoriana con la mejor guía posible. Eso hizo que salir a cenar y tomarnos una caña y como mucho un carajillo se acabara convirtiendo en visitar la mitad de los bares de la Kutxi (zona de marcha en Vitoria... y fue sólo la mitad porque en una noche no da tiempo de vistarlos todos ni de coña), conocer un montón de gente cuyo nombre he olvidado pero que esa noche me la alegraron y de qué manera e incluso acabar en un local que nunca no siempre es agradable (pero así ya tengo algo que contarle a los nietos).

Ayer fue algo parecido (eso sí, algo menos etílico, que desde hace dos semanas uno ya tiene una edad). Resulta que una amiga mía está ingresada en el hospital y como yo había venido a Córdoba a ejercer de filólogo (que ya era hora) por partida doble y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid pues al final empezamos la tarde en el hospital (simplemente vistando, tranquilidad en las masas), se nos vino el tiempo encima y el primer ejercicio filológico decidimos dejarlo para otro día. En esas estábamos cuando fuimos a por el segundo ejercicio filológico (en un bar obviamente, que no hay mejor ambiente laboral que rodeado de cañas y con unos kikitos para picar). Cuando ya no había que revisar ningún texto más en inglés miramos el reloj, vimos que eran las 23:30 y nos dimos cuenta de que no habíamos cenado (lo que no sonaban las tripas también nos recordó que teníamos el estómago vacío).

Así que decidmos ir al Moriles y después para casita (si me conocéis ya sabréis que el "después para casita se quedó en la intención"). Nota: Si venís por Córdoba os tengo que llevar a comer a algunos sitios, entre ellos el Moriles. Nota 2: El otro día estuve en la salmorejería, ya escribiré la entrada al respecto, pero en resumen, también os tengo que llevar a comer. Fin de las notas.

Estando allí y después de comer algo así ligerito y dietético como berenjenas fritas con salmorejo, un flamenquín, japuta y ensaladilla con sus cañas y vargas ("tinto de verano" fuera de la capital de los 45 ºC) correspondientes, nuestro grupo aumentó y fuimos a tomarnos el postre a una heladería. Después del helado/granizada/sorbetesvariados la gente empezó a decir "uyqueestoymuycansado" "uyquemevoyamicasa" "uyquenoquieroirmedefiesta" "uyquemañanametengoquelevataralasochoparaveramisobrino" "¡vamonos al Long Rock, vamonos al Natali, vamonos de marcha, vamos a quemar la noche!" (adivinad quien dijo esto último). Así que nuestro grupo empezó a desmembrarse y algunos aceptaron casi a regañadientes ir a por el último fifty al Natali. Es curioso el caso de Baldo, que tenía que levantarse hoy temprano, que vive a 40 pasos del Natali y que dejamos el coche a 30 pasos de su casa. Al final casi a regañadientes (porque a él no le gusta la fiesta, eso lo sabe todo el mundo) se vino, pero poquito rato que tenía que madrugar. Sólo diré que la única noche que he salido en Córdoba este verano hemos vuelto a ser unos cierrabres.

Ya cuando cerramos el Natali y estando para llevar en coche a Baldo a su casa (que, repito, andando habría tardado 3 minutos) al final nuestra conductora se hizo la picha un lío (por tercera vez en lo que iba de día) y entre que se empezaron a oir voces que decían: "vamos a subir al mirador de las niñas" (en la sierra de Córdoba), "vamonos de fiesta" "vamos al McDonald's a por papas", que en el coche había un musicón que aquello parecía más una discoteca que un Citroën Xsara desvencijado (vale, estaba la radio puesta, a lo mejor exagero un poco) y que allí nos habíamos animado todos, al final acabamos en un mirador (de ahí el título de la entrada) con una botella de agua y otra de coca-cola (es lo que tiene ir a un 24 horas a las 4:30 de la mañana, que no te venden alcohol) y patatas fritas, Gublins, pipas y palomitas para acompañarnos mientras intentábamos averiguar que eran todas las luces que se veían en la ciudad. Ya cuando empezamos a oir a las cabras psicópatas asesinas que venían a por nosotras (y cuando empezó a llover) decidimos que después de haber salido para tomarnos algo y volver a nuestras casas a cenar, las seis de la mañana es buena hora para irse a la cama.

En resumen, que así da gusto ayudar a la gente a redactar una carta de motivación en inglés, que es para lo que yo había venido a Córdoba el sábado.

domingo, 12 de agosto de 2012

Alicia

Por alguna extraña razón sigo vivo. Escribo esta entrada con media botella de Bombay Sapphire en el cuerpo, la mitad de mis amigos salmantinos han ido a una boda que desconozco, la mitad de mis amigos cordobeses no sé donde están y yo estoy en Córdoba asándome (casi literalmente) de calor y oyendo ronquidos y quepo en un traje en el que llevaba cinco años sin caber, pero lo importante viene ahora.

Alicia B. R., la tercera sobrina de afra, ya está dando guerra.

Todo lo demás da igual.

Llevo cinco entradas atrasadas de Morti (en serio, cinco es todo un récord, incluyendo a Marylin [que no me gusta, pero Morti hace que por unos minutos sí], y dos de la Mamá alemana, que es más de lo que un expat en su sano juicio puede permitirse), pero hoy no puedo leer y comprender, hoy no leo, no lo comprendo, e incluso la Nena (LA HIJA DE LA DRAMAMÁ) no puede abstraerme.

No sé lo que me deparará el futuro (ojalá sea el último verano así) pero por ahora no hay ni 2. Staatexam ni "Beamte auf Lebenzeit" Prüfung ni nada por el estilo. Por ahora sólo hay una visita al hospital y unas lágrimas que esperan oír "tito" para salir a borbotones. Unas manos diminutas que me hacen saber que TODO lo que merece la pena me está esperando mañana en la Cruz Roja.

Y de repente todo da igual. Todo de lo que llevo queriendo escribir desde hace un mes no importa porque hay esperanza. Porque nosotros damos igual, porque dentro de un tiempo no sé si mucho o poco nosotros daremos igual. Ellos serán el futuro.

La gente a la que yo le doy clase, la gente a la que nunca le daré, son el futuro y nosotros sólo seremos un punto en la historia sin importancia, sólo auparemos a lo que Ortega llamó la Intrahistoria. Y ¿sabéis qué? Que por primera vez en mi vida soy consciente de que me olvidarán y por primera en mi vida soy consciente de que me da igual. La Intrahistora me la pela, la Historia (así en mayúsculas) me la pela aún más.

Hay tres personajillos (eran dos hasta hoy, no sé al final cuántos serán) que quiero que me recuerden y cuando ellos se vayan ya nada importará. Así que si dentro de unos de unos años, cuando yo no sea más polvo que Juan Preciado (hijo de Pedro Páramo) y nadie me recuerde, y no sea más que unas letras en un blog que borrarán, no me importará. Ángela, Pablo, Alicia (y los que vengan) tendrán mi huella, aunque ellos no lo sepan (igual que yo no sé de quién tengo la huella). Y entonces nadie sabrá quien soy pero ¿sabéis qué? Que no me importa. Que las lágrimas que derramo mientras escribo esto dan igual. Porque de alguna manera sin que alguien lo note (o notándolo alguien) yo estaré ahí.

Así que, sin que nadie se emocione más de la cuenta, amigos míos, hasta la próxima, que, os aseguro, será pronto.