jueves, 25 de agosto de 2011

Galicia Calidade

Pues como ya leísteis, en verano no tengo internet, así que en principio el blog iba a estar cerrado por vacaciones, por eso no hay entrada de Alemería; pero ayer volví de Galicia y en vez de ir a Alcolea nos quedamos en Córdoba para limpiar el piso, así que después de escribir esta entrada toca limpieza.
Bueno, y ¿a quién le otorgo el sello de Galicia Calidade? Pues en realidad a todo el viaje, y sobre todo a las compañías. Pero mejor, empezamos por el principio.
El miércoles pasado después de llegar a Madrid en bus (que con las paradas inesperadas y la obras de la autovía ya pensaba que no iba a llegar) me cogí un avión hasta Oporto y allí estaban Aitor y Mariana esperándome, por supuesto no fuimos directamente a Galicia, sino que paramos en Oporto. Oporto es un ciudad sucia como Nueva York (bueno, en realidad está más limpia que NY, pero os hacéis una idea), pero muchísimo más acogedora y que me ha dado unas ganas increíbles de vistar Portugal de norte a sur (ya tenía ganas, pero ahora tengo todavía más), las callejuelas, la gente, la comida, todo me gustó (y beber un café bueno por 60 céntimos, que esa es una sensación que ya se me había olvidado).

Después de Oporto fuimos a Vigo, subimos al monte donde está la universidad y desde donde se ven todo Vigo, las Islas Cías y casi todas las Rías Baixas; recogimos a Chuni (una amiga de Aitor y Mariana) fuimos al aeropuerto de Vigo a recoger a Paula y nos fuimos a Pontevedra.
En Pontevedra comimos en el restaurante de un amigo de ellos y como estaban en fiestas (creo que como en casi todas las partes de España en las que se puede estar en calle sin morir en pleno agosto) pues fuimos a un concierto gratis de Mercedes Peón. Pero claro, la comida estaba tan buena que llegamos al concierto sólo para oir los bises (de hecho creo que ni siquiera los oímos todos), así que estuvimos de turismo viendo Pontevedra de noche. Y luego vuelta a Vigo a dormir y a coger fuerzas para otro día.

Al día siguiente en teoría íbamos a ir a hacer pizza en casa de una tía de Aitor, pero cuando llegamos la pizza ya estaba hecha... y todo el resto de la comida también. Ese mismo día decidí que esta mujer es una de mis ídolas. Cocina estupendamente y a la hora del vermut (o del aperitivo) en vez de una copita de Martini, se echa un whiskazo (pero sólo si está en compañía). Por supuesto que Paula y yo la acompañamos con el whiskey. Yo antes pensaba que el whiskey no me gustaba; gracias a la Tía Chonches he descuebierto que lo que no me gusta es el whiskey malo, que el Chivas de 12 años sí que me gusta. Después de casi reventar de tanta comida (una pena tener fondo, porque con lo bueno que estaba todo yo por mí habría seguido allí horas y horas), fuimos a recoger a Uxía y nos fuimos a la playa de Samil a tomarnos un algo con la brisa marina. Después nos fuimos al centro a tomarnos otro algo con amigos de Aitor, a recoger a Chuni y a hacer tiempo antes de llevar a Mariana al aeropuerto.

Chuni, Aitor, Paula y yo dejamos a Mariana en el aeropuerto y nos fuimos a Santiago, donde nos acogía Iago. Dejamos las cosas en su casa y nos fuimos a un concierto de Ataque Escampe. Durante el concierto, una cerveza llevó a la siguiente, y así se acabó el concierto y nos quedaron más ganas de fiesta, así que después de cenar nos fuimos a conocer la noche compostelana (algunos a concerla, otros a enseñárnosla). De bar en bar, y de vaso en vaso algunos acabamos tomando licor café, que está buenísimo, pero si uno se descuida le puede dejar una resaca interesante.

Al día siguiente Aitor y Chuni se fueron a arreglar papeles y Paula, Iago y yo nos fuimos a ver la Ciudad de la Cultura de Santiago de Compostela. Es un conjunto de cinco edificios chulísimos en lo alto de un monte. El problema es que están vacíos y muy lejos de la ciudad (hay más problemas, pero ése es el más indiscutible). Es como un mausoleo de la cultura. Es precioso, pero muy poco útil. Después fuimos a comer a una pulpería con la mujer de Iago, dejamos a Chuni en la estación, y los tres jinetes del apocalípisis nos fuimos a la playa de Carnota, cerca de Finisterre. Según Aitor el agua no estaba muy fría, pero después de meterme yo tenía los pezones para rayar diamantes, y como además no es nada profunda, para que te cubra tienes que andar y andar y andar.... Lo bueno, es que, como dentro hacía tanto frío, al salir se estaba de lujo. Íbamos a ver la puesta de sol en el faro del Finisterre, pero al final salimos un poco tarde, el sol se puso en una nube y acabamos tomándonos una mariscada. Después de la mariscada, pusimos rumbo a Coruña donde dormimos esa noche y la siguiente (bueno, alguno, a lo mejor, se quedó dormido antes en el coche).

Al día siguiente fuimos a Portiño (una parte de Coruña) con Pablo (el hermano de Mariana) y su novia, volvimos para comer, y por la tarde fuimos a pasear por la ciudad, estuvimos callejeando, vimos una boda, vistamos el salón del comic y el Festival de Casas Regionales y luego cuando empezó a hacerse de noche nos fuimos al Oktoberfest coruñés; Aitor nos llevó a algunos bares que el conocía y evidentemente acabamos conociendo también la noche coruñesa, pero esta vez fui un poco más consciente que la noche compostelana y me mantuve firme en la cerveza, bien lejos del licor café, así que al día siguiente nada de resaca :-)

Galicia es mucho más que ciudades portuarias y árboles. Es más que el Camino de Santiago y la Queimada, es más que Licor Café y Orujo. Cuando se habla de Galicia una de las cosas que se olvidan con más frecuencias son las aldeas. En Andalucía no es frecuente que un pueblo tenga menos de 500 habitantes (y eso los pequeñitos), en Galicia hay mucha gente que vive en aldeas. Y esa fue nuestra siguiente etapa . De Coruña salimos para la aldea de los abuelos de Aitor, llegamos para la hora de comer y allí estaban esperándonos con unas empanadas caseras, chorizos de sus animales, vino de sus viñas y todo eso en la abundancia de la que sólo son capaces los abuelos. Después de comer y de reposar un poco la comida nos fuimos a ver los cañones del Sil, que separa las provincias de Lugo y Orense y también la iglesia de Sober, donde se casaron los abuelos de Aitor.
La iglesia estaba cerrada, pero la llave la tiene una vecina del pueblo, para enseñarla a quien quiera verla. La buena señora ya creo que desayuna lengua, porque ¡madre mía, como hablaba! además que no se le podía interrumpir; yo no sé por donde respiraba, porque es imposible hablar tanto, tan rápido sin interupción y además respirar. Bueno, el caso es que al final nos dejó marchar, fuimos a ver la casa donde nació la abuela de Aitor, fuimos a ver también a unos tíos y unos primos suyos y luego nos fuimos a cenar. Después de cenar, Paula, Aitor y yo fuimos a Monforte, vimos las vistas desde el Parador y como empezó a llover, en vez de tomarnos algo nos volvimos a aldea. Al día siguiente fuimos con el abuelo a otros miradores de los cañones, a ver una bodega y a tomarnos una cervecilla antes de comer. Después de comer fuimos a Orense, vimos la ciudad y nos tomamos algo con unos amigos de Aitor y ya después, por la noche, volvimos a Vigo, cenamos y nos fuimos a la cama.

Ya el último día estuvimos en la Isla de Ons, una de las islas atlánticas de Galicia. Un sitio fabuloso, un parque natural por el que estuvimos camianndo toda la mañana, luego comimos y después nos fuimos a una de las playas de la isla. Yo no sé cómo lo hago pero siempre me dejo liar por gente como Aitor, el caso es que acabé otra vez metido en el agua del Atlántico. Igual que en Carnota, el decía que estaba muy caliente, pero yo calculo que estaría a unos 15 ºC bajo cero, así que no me explico cómo podíamos nadar en vez de patinar sobre el hielo. Eso sí, esta vez me puse las gafas de bucear y estuve viendo el fondo marino ¡qué maravilla! Me alegro muchísimo de que tenga menos publicidad que las Islas Cíes porque así no hay turistas que la estropeen.

Cuando fue llegando la hora, cogimos el barco de vuelta, nos volvimos a Vigo, nos duchamos y nos fuimos al cumpleaños de unos amigos de Aitor que Paula y yo conocimos el primer día. La idea era después del cumpleaños conocer más fondo la salvaje noche viguesa; pero, teniendo en cuenta que era martes, bastante hicimos volviendo sobre las dos de la mañana, que luego nos llaman cierrabares sin ser nosotros nada de eso.

Y al día siguiente, tocó despedirse de Paula en el aeropuerto de Vigo, ir a Oporto, tomarnos unas francesinhas y despedirse de Aitor y de la semana gallega en el aeropuerto de Oporto.

¿Siguiente parada? Ya veremos

domingo, 7 de agosto de 2011

Parece mentira, pero...

... sigo vivo.

Después de vovler de Alemania y una semana en Alcolea (con 27º cumpleaños incluido) dentro de un rato me voy a la playa con los amigos, velvo el viernes, voy al bautizo de mi sobri y el miércoles visita a Galicia, después dos semanas más de vacaciones y luego vuelta al tajo.

Entrada corta pero intensa, posiblemente la única de agosto.

No estoy muerto, estoy de parranda ;-)