miércoles, 21 de agosto de 2013

Nuria

Mi madre era maestra, ya está jubilada. Es de Montilla, es decir, nació y se crió en Montilla. Pero siendo bastante joven (más o menos tan joven como cuando yo me fui a Berlín) se fue a trabajar a la primera escuela que le dieron, en la Aldea el Poleo. Según Google Maps, la Aldea el Poleo está a unos 70 kilómetros de Montilla. Estando a 70 kilómetros volvió a su casa solamente en Navidad y en Semana santa.

Yo ahora vivo en Hannover, trabajo en Peine (a unos 45 kilómetros de mi casa) y voy y vengo cada día, y si trabajara a 70 kilómetros seguramente también haría el camino de ida y vuelta cada día. Entre mi casa de Hannover y la de Córdoba hay unos 2500 kilómetros. Iré en octubre, iré en navidad e iré en Semana Santa (que tengo un par de semanas de vacaciones cada vez) e incluso entre mayo y junio que tengo tres puentes de cinco días me estoy replanteando ir. Es más mientras estoy escribiendo esta entrada, me acabo de comprar el vuelo de octubre.

Hoy día no existen las distancias tal y como se concebían hace algunos años y eso es algo que me encanta. Ayer nació mi cuarta sobrina y en menos de 24 horas el whatsapp está que echa humo, ya tengo más fotos de ella y de los otros tres micos de las que podía imaginarme hace un año. Si estando tan lejos no les tuviera tan cerca posiblemente no estaría aquí y lo que sí es seguro es que no estaría tan bien como estoy ahora mismo.

No existen las distancias, pero ojalá el U 10 no acabase en Ahlem, sino que fuera un poquito más lejos y llegase hasta el Paseo de la Victoria

lunes, 19 de agosto de 2013

Limmerstraße

Llevo ya dos semanas en Hannover y me ha dado tiempo de muchas cosas. De montar muebles, de ordenar mi dormitorio (aunque no del todo), de volver a desordenarlo y de no terminar de montarlo. Por cosas como esas, ayer pude echar una foto como la siguiente desde mi cama.
Si despes de dos semanas sigue así, imaginad como estaba el primer día
Pero lo más importante no es como tengo el dormitorio, sino cómo ha cambiado la rutina diaria. Por lo pronto llevo dos semanas sin coger la bici. Y es que no trabajo donde vivo, sino que tengo que coger el tranvía para ir a la estación y allí coger el tren. Pero ése es el aspecto negativo, el aspecto positivo es donde vivo. Ya os comenté cuantísimo me gusta este barrio. Me recuerda bastante a la idea que yo recordaba de Berlín (en concreto de Prenzlauerberg y Friedrichshain), la calle principal es peatonal y el resto de calles tiene muy poco tráfico (aunque a veces cuesta encontrar aparcamiento), hay muchísima vida, las calles están llenas de gente de todas las edades y sobre todo hay gente joven con niños pequeños, pero también se ven bastantes mayores. Aparte de los tres supermercados, el resto de tiendas son pequeños comercios y junto a mi casa además de una librería de segunda mano está la tienda con el horario que todo trabajador soñaría.

De lunes a miércoles está cerrado (y no molestéis), los jueves y los viernes echa media tarde y los sábados media mañana. Por los domingos mejor preguntéis que hay que santificar las fiestas.
A pesar de todo es agosto, así que he pasado bastante tiempo en la calle, ayudando a hacer mudanzas, y sobre todo en el bar de abajo de casa de Kitaun (donde íbamos a sacarnos una tarifa plana de consumiciones, pero al final no ha podido ser) con Nutria y Ana, tomándonos unas BUM y comentando el ganado que pasaba. (Inciso: yo no sé qué le echaran al agua en este barrio, pero tanto monumento andante por metro cuadrado no es normal).
También he quedado bastante con Mire y mi futura compi de piso, y por supuesto con Carabanchelero, Dave y Tudelaner. Con todos ellos celebramos Kitaun y yo nuestro cumpleaños anteayer.
Una foto que resume bastante bien el espíritu de la Limmerstraße (no mi calle, pero sí la más importante de esta zona y que le da nombre a esta parte de la ciudad) es ésta.
A falta de Afrikola, buena es una Fritz-kola (direkt aus Hamburg). 
Si al principio de la entrada os mostraba lo que había a los pies de la cama, ahora os enseño cómo estaba ayer el escritorio. Menos mal que ya he ordenado un poco.
Entro a mi cuarto y veo esto ¿de verdad os extraña que prefiera bajarme a por una BUM?

martes, 6 de agosto de 2013

Cumpleaños feliz

En el 98 fue la primera vez que no estuve en casa para mi cumpleaños. Mi tía decidió regalarnos (no por mi cumpleaños, no os flipéis) un viaje a todos los sobrinos y nos llevó a los siete sobrinos que tiene y a dos amigas suyas a Mallorca, así que el 4 de agosto compramos dos ensaimadas, nos cogimos un autobús, un barco y un tranvía (el primer tranvía que cogí en mi vida, el día que cumplía 14 años ¡que emoción!) y nos fuimos a una playa muy paradisíaca (y muy llena de piedras). Mi hermana cogió la caja de cartón de un carrete de fotos y lo rompió dándole forma de un 1 y de un 4, los pinchamos en la ensaimada, los encendimos y eso fueron las velas. No estuve en Córdoba, pero estaba parte de mi familia.

El año que cumplí 18 años fue el verano más largo de mi vida. Acabé Selectividad en junio, pero la universidad no empezó hasta octubre, así que fueron más de tres meses de vacaciones de verdad, nunca he tenido algo así. Ese año me fui con seis amigos y mi padre a hacer el Camino de Santiago, empezamos a andar en Ponferrada el 4 de agosto, así que ese cumpleaños tampoco lo pasé en casa. No estuve en Córdoba, pero estaban mis amigos y mi padre.

Anteayer cumplí 29 años y, aparte de los cuatro kilos que me traigo de España escondidos entre las lorzas, no he tenido ningún nexo de unión con mi casa. Es más, ha sido lo menos parecido a un cumpleaños que se puede echar uno a la cara. Justo antes de irme a España a principios de julio, lo dejé todo bien empaquetadito. Así que cuando llegué el sábado a Osnabrück mi cuarto no parecía mi cuarto, sino un campo de batalla. Por la tarde vino Carabanchelero, se quedó a dormir en mi casa, el domingo nos levantamos, fuimos a por una furgoneta, volvimos a mi casa, desmontamos la cama con ayuda de mi compañero de piso (ya ex-compañero), lo metimos todo en la furgoneta y pusimos rumbo a Hannover. Esto que me he ventilado en una frase nos llevó toda la mañana... y sudor, mucho sudor (de hecho, dudo que esos cuatro kilos que vinieron de polizones, sigan ahí). Cuando llegamos a Hannover estaba esperándonos Dave, comimos los tres juntos y con ayuda de J (mi nuevo compañero de piso) subimos las cosas, las dejamos como buenamente cupieron en el dormitorio y fuimos a devolver la furgoneta. Lo de devolver la furgoneta fue un alivio porque tanto tiempo sin conducir ha hecho que cambie de marcha con la suavidad del papel de lija en un culo con almorranas. Después volvimos a mi nuevo barrio, nos quedamos tomándonos algo en un bar, se nos unió J y cuando Dave y Carabanchelero se fueron a su casa y yo me compré mi billete mensual de tren, los tres del piso (además de J, también vive D, su hermana) nos fuimos a un concierto gratis en el parque de aquí al lado. Y después del concierto, medio muerto de cansancio hice sitio en el suelo, tiré el colchón y dormí como pude algo más de cuatro horas.

Ayer me levanté a las 05:30, me fui al nuevo cole, tuve el primer claustro, me dieron el horario y me volví a casa, a montar la cama y la estantería (mis únicos muebles por ahora) y a ordenar un poco el cuarto, que estaba manga por hombro. Me encanta mi nuevo piso, adoro este barrio, el cole me gusta (el horario no tanto, aunque es verdad que los he tenido muchísimo peores), pero si hay una cosa que odio en este mundo es mudarme (a pesar del carrerón de mudanza por año que llevo desde 2005).

Año nuevo, piso nuevo, vida nueva.