viernes, 31 de octubre de 2014

Series en vacaciones

Llevo de vacaciones casi una semana y me queda aún otra más por delante. Por primera vez desde hace cuatro años no voy a viajar estando de vacaciones. He ido un par de veces a Hannover y he dormido en casa de amigos, pero viajar de verdad, de ir a un sitio desconocido o a Córdoba, no voy a viajar. Eso significa que tengo mucho tiempo libre. He corregido algunos exámenes, he limpiado la casa y hasta le he pasado la ITV al coche. Pero sigo teniendo tiempo libre. Estoy leyéndome varios libros e incluso he visto varias películas. Pero mi verdadera pasión siguen siendo las series, en inglés a ser posible, que así mejoro el idioma. Me he visto todos los capítulos (sólo son 16) de la australiana "Please like me" y he empezado la segunda temporada de la británica "In the flesh" (de la que ya hablé por aquí).

Please like me

Es una serie rara, pero me gusta. La primera temporada tiene seis capítulos de algo menos de media hora, así que se puede ver casi del tirón en un solo día, pero en realidad no os lo aconsejo, porque ya sabéis que lo poco gusta y lo mucho asusta. La primera temporada es más comedia que la segunda, y eso que el principio no podía ser más chungo. En los diez primeros minutos de la serie, al protagonista (que se llama Josh) le deja su novia y tiene que volver a vivir con su madre, que acaba de intentar suicidarse. Hay un par de personajes de esos que piensas "¡Qué hostia tienes!", pero hay otros que son sencillamente geniales. Me gustó la primera temporada y como no tenía nada mejor que hacer le dí una oportunidad a la segunda. Hice muy bien.

La segunda temporada mejora mucho en mi opinión (habrá una tercera), desaparecen algunos personajes, aparecen algunos nuevos e incluso algunos cambian de forma brutal. La parte de comedia es más cómica y la parte de tragedia es más trágica. Tanto es así que hay un capítulo que no siendo cómico para nada es el mejor de toda la serie. Es un capítulo de esos que tienes la impresión de que no pasa nada y sin embargo es un punto de inflexión. El capítulo os lo resumo: Josh y su madre se van cinco días de excursión al campo. Ya está, eso es todo, no sale ningún otro personaje y todo el capítulo son ellos dos hablando; pero es la demostración de que una buena serie solo necesita unos buenos guionistas. Y esta serie lo tiene (el guionista es también el protagonista, así que más le vale hacer bien su trabajo o se queda en el paro).

Además, antes  de cada capítulo advierten que hay "sexual references and coarse language" ¿a qué estáis esperando para buscarla en sereis.ly hacer una petición en change.org para que emitan en España?

Por si aún no os he convencido, la cabecera es siempre la misma canción de fondo y mientras tanto sale Josh cocinando. Tanto es así que cada vez que oigo la canción (muy buenrrollera) me entran ganas de picar tomates (sí, soy como el perro de Paulov).

 

In the Flesh (2ª temporada)

De la primera temporada ya hablé hace año y medio. En la primera temporada desaparecieron algunos personajes; en ésta algunos que se marcharon vuelven con más fuerza y además hay otros nuevos. Por ahora solo llevo dos capítulos de los seis que tiene esta temporada (y ya veremos si hay una tercera). Es una serie que habla de muchos temas sin nombrarlos siquiera, simplemente usando la metáfora de los zombies. Aunque utiliza a los zombies como excusa no es una serie de zombies, es una serie sobre el racismo, la homofobia, el terrorismo, la esclavitud, los entresijos de la política e incluso con muchos paralelismos con la Segunda Guerra Mundial (que están tan claros que los ve hasta un niño de Parvulitos). Si vas buscando una serie de zombies, en realidad no te la recomiendo, pero si vas buscando algo diferente con varias lecturas, estaría muy bien darle una oportunidad

miércoles, 22 de octubre de 2014

Finde de boda

Entre el domingo y ayer por la tarde he tenido unos días de esos de "que se pare el mundo que yo me bajo". Pero ya se me ha olvidado. Sin embargo, este fin de semana no se me olvidará tan fácilmente. Este fin de semana he estado en Córdoba. Y, por supuesto, me ha encantado.

El viernes pasado cuando volví del trabajo a mi casa, hice la maleta corriendo y me fui a la estación a acoger el tren hacia el aeropuerto. Siete horas y un transbordo más tarde estaba aterrizando en Málaga, donde me recogió un amigo y nos fuimos a Córdoba. Una sensación rarísima (y buenísima) la de levantarte a las seis, desayunar, trabajar y ese mismo día por la noche estar a 2500 kilómetros jugando con tu sobrina para que se le olvide que tiene fiebre.

El sábado por la mañana me levanté tempranito, me arreglé la barba, me puse mi traje y mi pajarita roja, fui a visitar a mis otros sobrinos y al rato ya me estaba juntando con dos amigos a los que no veía desde abril en California y con algunos más a los que también tengo demasiado lejos.

Se nos ha casado el tercero. Y parece que se contagia.

La boda ha sido genial, me lo he pasado como los indios y he estado de fiesta con mis amigos (que últimamente parece que solo nos juntamos para ir de boda). Me quedan unas cuantas conversaciones pendientes, he estado poquísimo tiempo con mi familia, el domingo se me retrasó el avión a Hannover cuatro horas y el lunes por la mañana el coche no arrancaba, así que tuve que mover Roma con Santiago para poder ir a trabajar, además arrastro cansancio desde que empezó el mes. Pero ¿sabéis qué? Que estoy deseando que llegue la siguiente excusa para pegarme un fin de semana de locos y volver a estar con mis amigos.

Enhorabuena a la feliz pareja

lunes, 13 de octubre de 2014

Un mes sin Whatsapp

Es curioso como nos acostumbramos a cosas que antes de conocer ni siquiera podíamos imaginar. Por ejemplo antes de venir a vivir a Alemania nunca se me haría pasado por la cabeza pasar todo un día de invierno en la calle y ahora estoy deseando que llegue diciembre para poder hacer una ruta de mercadillos de navidad y estar todo el día con una taza de Glühwein en la mano... pero solo si hace frío, porque si no hace menos de cero grados no merece la pena salir a la calle. Antes de empezar un máster de traducción a distancia hace tres años nunca se me habría pasado por la cabeza estudiara distancia y menos de forma voluntaria. La semana pasada me matriculé de dos asignaturas de Hispánicas en la UNED por amor al arte (solo dos, que una cosa es el amor al arte y otra cosa es pasarse).

Hace tres semanas que murió mi smartphone. Ya me daba problemas para cargarlo, pero hace tres domingos, al volver de Hannover ya no se cargaba. Tardé una semana en buscar alguna tienda por aquí donde lo arreglaran y en todas me dijeron que al ser marca la patata no tenían componentes y por fin el último fin de semana de septiembre lo llevé a una tienda en Hannover donde me dijeron que sí podían arreglarlo. Desde entonces estoy esperando que lo arreglen. He llamado, pero por lo visto les tiene que llegar una pieza desde China; así que tampoco acabo de creerme que pueda volver a encender mi móvil (y es una putada porque mira que me gustaba).

El caso es que después de casi un mes ya no echo de menos el Whatsapp ni las demás aplicaciones que tenía. A pesar de saber que he pedido muchísimos números de teléfono y que me estoy perdiendo un montón de chistes malos, un montón de charlas en los grupos (charlas que muchas veces ni me van ni me vienen) y lo que más me fastidia de todo, me estoy perdiendo un millón de fotos y vídeos de mis sobrinos. Pero de vez en cuando viene bien perder el móvil, para que no se nos olvide quién es el dueño de quién.

PD: Otra ventaja de no tener un smartphone es que paso menos tiempo en internet y más leyendo.

martes, 7 de octubre de 2014

Dazwischen

Creo que ya he hablado aquí alguna vez de que una de las cosas  que peor llevaba de vivir en el extranjero era ir solo al médico. En Hannover casi siempre me las apañé para que Lau o Milanabonita me acompañaran y yo alguna vez acompañé a Gaditano o a Leonesa. Pero ya no vivo en Hannover. Hoy he vuelto al médico: bronquitis. Bienvenido de vuelta a la Alemania profunda. Al menos solo he tenido que esperar cinco minutos para entrar en la consulta (algo me dice que ahora que tengo seguro privado esa situación se va a volver más frecuente).

Después de eso he estado esquipeando con mis padres y dos de mis sobrinos y justo después me he encontrado en Facebook con el estado de Gaditana (la hermana de Gaditano). Es un poema de Alev Tekinay, una poetisa turco-alemana:

Dazwischen
Jeden Tag packe ich den Koffer
ein und dann wieder aus.
Morgens, wenn ich aufwache,
plane ich die Rückkehr,
aber bis Mittag gewöhne ich mich mehr
an Deutschland.
Ich ändere mich
und bleibe doch gleich
und weiß nicht mehr,
wer ich bin.
Jeden Tag ist das Heimweh
unwiderstehlicher,
aber die neue Heimat hält mich fest
Tag für Tag noch stärker.
Und jeden Tag fahre ich
zweitausend Kilometer
in einem imaginären Zug
hin und her,
unentschlossen zwischen
dem Kleiderschrank
und dem Koffer,
und dazwischen ist meine Welt.

En medio
Cada día hago 
deshago al maleta.
Por la mañana, al levantarme,
planeo el retorno,
pero hasta mediodía me voy 
acostumbrando a Alemania.
Voy cambiando 
y sigo siendo igual,
y ya no sé
quién soy.
Cada día la añoranza 
se hace más insoportable,
pero mi nuevo hogar me atrapa
con más fuerza día tras día.
Y cada día viajo
dos mil kilómetros
en un tren imaginario
hacia aquí y hacia allá,
sin decidirme entre
el armario
y la maleta,
y ahí en medio está mi mundo.

La traducción al español es mía y de Gaditana. Ninguno de los dos somos traductores (y menos de poesía), así que no nos tiréis piedras.

Ya es de verdad que me quedo a vivir aquí. Vine solo por once meses y al final esos once meses se van a alargar un poco. Hace cuatro años no habría sido capaz de tomar la decisión de quedarme, pero como dice el poema, mi nuevo hogar me atrapa con más fuerza día tras día (y cada vez que leo los periódicos de España estoy más seguro de esa decisión).

Hay entradas que simplemente no vienen a cuento de nada, ésta es una de esas.

Sin avisar

Que no se me olvide que merezco la pena
que no me lo borren de mis sienes tranquilas
(Orologiaio)

Esta mañana entré a clase a las 07:45 de la mañana y he salido de una reunión a las 18:00 de la tarde. A lo mejor en otros trabajos estar 10 horas seguidas es algo normal, pero quienes trabajen en centros educativos saben que eso puede volver loco a cualquiera.
Me encanta mi colegio y además esta mañana me he cruzado por el pasillo con la subdirectora y me ha ofrecido el tú. Quienes vivís o habéis vivido en Alemania sabéis lo que eso significa, para quienes no sabéis de qué va la historia, imaginad que un día vuestro jefe os dice de ir de barbacoa a su casa el domingo y os presenta a su familia y de repente sois medio coleguitas. A lo mejor he exagerado un poco, pero pilláis el concepto. Vamos, que no puedo estar más a gusto en el colegio. Pero ese horario mata a cualquiera. Además llevo desde el sábado por la tarde moqueando y con carraspera de garganta.

Lo único que me apetecía al volver a casa era meterme en la cama... bueno, meterme en la cama y estrenar la olla exprés que me he comprado (vais a fliparlo con las entradas de cocina a partir de ahora).

Pero hete aquí que he encendido el ordenador casi antes de entrar por la puerta (nada fuera de lo común, por otro lado). Internet derriba las distancias y gente de la que casi ni te acordabas por casualidad te dice "hola ¿qué hay?" y al cabo de los minutos, casi sin avisar, te están confiando secretos que no se atreven a compartir con nadie. Es cierto que una pantalla y un océano de separación facilitan mucho las cosas en ese aspecto (que me lo digan a mí); pero hablar con alguien y devolverle la confianza en sí mismo (o al menos ayudarle a sentirse mejor) es algo que hace que días como el de hoy merezcan la pena y me hacen echar la vista atrás y ver cuánto he cambiado en este tiempo (para mejor como los buenos vinos, obviamente).

domingo, 5 de octubre de 2014

He vuelto

Cuando estuve en navidades en Córdoba estuve a punto de escribir la entrada más difícil del blog, la entrada de la despedida, pero antes de eso quería dar algunos consejos para quienes visitaran Córdoba y acercaros un poco la cultura alemana que va muchísmo más allá de Brezel, Cerveza y señores bajitos con bigote (es triste, pero es lo primero que piensa la gente cuando le nombran Alemania). Así que escribí la entrada de la ruta exprés y la del sistema electoral. Una vez que tenía escritas y publicadas esas dos entradas ya parecía que no tenía anda más que decir y aprentemente podría haber cerrado el blog. Incluso cuando me fui dos semanas a California no escribí ninguna entrada (bueno, más o menos). 2014 ha sido el año con menos entradas de toda la historia del blog y es que Hannover da para mucho, tanto que en vez de escribir, me entretenía en otras cosas y con gente de carne y hueso y por esa razón he estado más de tres meses y medio sin publicar.

Hace tiempo pensaba que escribía porque necesitaba escribir y eso sería así siempre. Pero no. Era as bien una vía de escape, una forma de no volverme loco por el hecho de vivir solo (para mí que vengo de una familia de seis, vivir solo es jodido). En Hannover no vivía solo y mi casa era realmente una casa comunal (es más me ha dicho un pajarito que un fin de semana de verano en el que no había nadie del piso en Hannover, tres amigos míos pasaron allí el fin de semana). Por eso me está costando tanto irme de Hannover.

Pero ahora soy funcionario (sí, ya puedo decirlo, soy funcionario) y trabajo en una escuela que está en un pueblo de 2500 habitantes a 20 km. de la antigua frontera con al RDA, vivo en un pueblo algo más grande y la gente es muy maja. Pero hoy es domingo y no he hablado con nadie en persona (con Kitaun me he tirado una hora al Skype, pero no es lo mismo).

Si de repente me mudo a algún sitio y veis que dejo de escribir, tenéis que saber una cosa: si escribo me va bien, pero si no escribo seguramente es porque me va aún mejor.