domingo, 22 de enero de 2012

Blogus retomatus

No, no es que me haya tomado dos tomates y de ahí lo de retomatus (en serio, menos mal que no me gano la vida como humorista). Es que ya he corregido todos los exámenes y ya tengo hechas todas las medias aritméticas y ponderadas y puestas las notas, y ya sólo me falta pasar dos clases mañana a los cuadernillos del cole.

Y entre medias de tanta corrección y tanta media y tanta tontería ¿qué ha pasado en este pueblo mío (un lugar cada día igual, con el sol... no se levanta nadie porque cuando sale ya está todo el mundo despierto despierto y trabajando, que esto es Alemania, no la bella y la bestia ¡hombreyapordios!)?

Pues la verdad poca cosa. Aparte de una (en realidad dos... y las que quedan) visitilla rápida al médico. Y a Dios pongo por testigo que yo al médico sólo voy si me obligan o porque me esté muriendo. Y la verdad es que no tengo ningún reconocimiento médico oficial a la vista.

El caso es que ya el fin de semana pasado me empezaron a molestar bastante las encías, tanto que ya la noche del domingo al lunes me desperté en mitad de la noche rabiando y no me pude volver a dormir hasta que me hizo efecto el Ibuprofeno (inciso: en Alemania el Ibuprofeno 600 se vende SÓLO con receta, sin receta sólo te dan hasta 400). Así que el lunes llamé al dentista que me habían recomendado tres profes del instituto y me dieron cita para el martes. Estaba casi más acojonado por la factura que me llegaría que por el dolor, y más recordando que a Marina (mi compañera de piso de Wheaton) le tuvieron que extirpar una muela infectada (o algo así) cuando estaba en EEUU y le querían cobrar más de 1000 $. Pero Alemania es un país civilizado y el dentista entra dentro del seguro.

El martes fui al dentista por segunda vez en mi vida (la primera tendría unos siete años y sólo me empastaron una muela de leche que se acabó cayendo y estaba picada para que no infectara el hueco de la de al lado que se acababa de caer). Me hicieron una limpieza de boca (os recuerdo que llevo unos veinte años sin ir al dentista así que, a pesar de lavarme los dientes tres veces al día, tenía sarro para alimentar a una familia de animales que coman sarro) y me echaron noséqué que hizo que las encías dejaran de molestar... por lo menos esa tarde. Y me dieron cita para el jueves para ver si ya estaba todo bien.

El miércoles me volvía a doler y también la cabeza, así que el Ibuprofeno volvió a ser mi mejor amigo. Pero ya en clase me empecé a notar que bajaba la hinchazón de casi toda la boca excepto
de una parte y que esa parte sabía demasiado a sangre. El caso es que estaba sangrando un poco. Tanto es así que en una clase estaba hablando y de repente surgió la siguiente conversación.

Afra: bla bla bla
Estudiante: Herr R. le está sangrando la boca.
A: Sí, ya lo sé, no te preocupes
E: Pero... ¡QUE LE ESTÁ SANGRANDO LA BOCA!
A: Que sí, hombre que no te preocupes, sigue leyendo.
E: Pero... Herr R...
A: Que sí, que ya lo sé, es normal, sigue leyendo
E: Pero ¿está usted seguro?
A: Y dale... ¡que sí! sigue leyendo.

Pero en realidad yo sabía que no era normal. Así que en la pausa, me fui al servicio, me miré en el espejo, me enjuagué con agua y vi que aquello no se iba, así que empecé a hurgar y resulta que tenía un coagulo. En el momento que lo arranqué, todo volvió a la normalidad (a la de verdad, no a esa realidad paralela de la mente del señor R. en la que sangrar por la boca es normal) y dejó de doler.

El jueves por fin, fui a mi cita con el dentista, le dije que me seguía doliendo un poco, pero mucho menos que antes y que había sangrado (de hecho el jueves por la mañana me pasó lo mismo, pero arranqué el coagulo a tiempo) y me dijo que efectivamente era normal sangrar un poco. Pero se me puso a inspeccionar y vio que lo que tenía era algo peor de lo que la otra dentista me
dijo el martes (aclaro: es una consulta con tres dentistas y cada vez que vas te coge el primero que pillas) y conforme me lo estaba explicando yo sólo podía ver esta imagen.

Pero no, al final me dijo que menos mal que he ido a tiempo y que así no va a pasar nada. Me ha mandado un colutorio y una especie de crema para echarme en donde me empiece a sangrar. Hoy sólo me he echado una vez y porque me picaba, no porque me sangrara, así que eso de no sangrar significa que se está curando y voy a conservar toda mi bella dentadura (aparte de la muela del juicio cabrona que hay que sacarme, pero eso ya os lo contaré otro día).

2 comentarios:

Morti dijo...

Ay, cómo somos para ir al dentista. Yo pasé por una situación similar después de mi primera visita al dentista... a los 26 años, que ya me valía. Pero más que el dolor, más que la sangre, más que el dinero, lo que más miedito me daba era la bronca del dentista. Menos mal que has ido antes de que la cosa fuera todavía a peor y te han metido en vereda, a partir de ahora sigue tus revisiones y ahórrate sustitos.

afra dijo...

Yo también me esperaba un rapapolvo que haría temblar al mismísimo Genghis Khan. Pero por alguna extraña razón al final fueron todo sonrisas y palabras amables (aunque en realidad a toro pasado me he enterado de que con lo que tengo, si no hubiera ido a tiempo me podía haber quedado sin encías y sin dientes así que a lo mejor por eso decidió no hacer leña del árbol caído)