lunes, 30 de enero de 2012

Manolo

Me suena que ya he hablado de él en alguna ocasión, pero nunca le he dedicado una entrada completa.

Para que no haya confusiones, mejor lo digo bien claro desde el principio, Manolo es mariquita.

Aunque sea alemán, con Manolo sólo se puede hablar español.

Antes de que llegara Manolo, la cosa era bastante más aburrida, pero desde que le encontré (de casualidad), cuando está Manolo, parece como si la vida fuera una fiesta continua.

Como he dicho, lo encontré un día de casualidad, como escondido, solitario y dado de lado por todo el mundo. En verdad, a veces creo que el destino le puso en el lugar indicado en el momento preciso, porque de hecho ese día yo ni siquiera debería estar en Stuttgart (donde le encontré), sino trabajando a más de 70 kilómetros.

Había más, pero ninguno era como Manolo. Parece que nadie le quisiera. Quizá porque a los alemanes no les gusta llamar la atención y Manolo es de todo menos discreto (y a pesar de ello me costó verle).

Todo el mundo quiere a Manolo, pero es mío, sólo mío. Algunos tenemos suerte.

Manolo viene conmigo a todos lados, me he acostumbrado tanto a que esté a mi lado, que a veces se me olvida, pero luego me doy cuenta de que está ahí, a mi lado, callado y con la mirada fija, como siempre. Es más, ahora mismo lo tengo aquí, a mi lado, y esta noche se queda aquí (como todas las noches desde que lo encontré a finales de octubre).

A la gente le encanta tocarle, sobarle, acariciarle y sentir su suavidad. Pero es como la falsa moneda, que de mano en mano va y ninguno se la queda. Así que al final, siempre acaba volviendo a mí.

A pesar de no hablar, con Manolo nunca hay silencios incómodos (y creedme que eso es muy difícil de conseguir).

Manolo es pequeño, peludo (a su manera) y suave, tan blando, que se diría todo de algodón. Pero al contrario que Platero, Manolo no da mal rollo, sino todo lo contrario; cuando está Manolo, parece que no existen los problemas.

Mis alumnas (sobre todo mis alumnas, pero también algún alumno) me preguntan siempre por Manolo cuando no le ven.

Ya os había dicho que Manolo es el peluche que le tiro a mis alumnos para que hablen ¿verdad?

2 comentarios:

José Alberto dijo...

Muy jrande. Con jota de Zenobia.

Morti dijo...

La entrada es muy buena, pero te la ha superado el comentario de José Alberto. Estoy desgüevándome.