martes, 10 de enero de 2012

¿Qué hacer los tres últimos días de las vacaciones y los dos primeros después de las vacaciones?

Salir. Mucho. Hasta muy tarde. Y encontrarte con gente que esperabas encontrarte pero que al final no iba poder ser y de repente sí que fue. Y con gente que ni de coña imaginabas que ibas a encontrarte. Y flipar los dos (aunque tú menos). Volver tarde - bastante tarde - a casa pero habiéndotelo pasado tan bien como pocas noches en Córdoba.

Dormir. Poco. Muy poco. Que te despierten porque tienes que corregir. Tomarte un café y un paracetamol. Corregir. Pero no todo. Comer. Tomarte otro paracetamol. Seguir corrigiendo. Pero no todo. Tapear con la familia. Despedirte. Cenar. Hacer la maleta. Dormir. Poco. Pero no muy poco.

Despertarte. Salir de casa a las 07:30. Coger un coche. Coger un tren. Corregir en el tren. Por fin todo. Coger tres metros porque hay tiempo. Mucho tiempo. Demasiado tiempo. Mirar a la gente con curiosidad en el aeropuerto. Analizar todos sus movimientos. De toda la gente. Pensar que ojalá te hubieras acabado el libro de la biblioteca en vez de corregir y así ahora tendrías algo que hacer... y te habrías acabado el libro de la biblioteca. Que el avión se retrase. Coger el avión. Que el avión llegue tarde. Que las maletas tarden. Cruzar todo el aeropuerto. Comprar un billete de tren. Cruzar de nuevo toda la estación corriendo, cargado. Coger un metro, un tren de alta velocidad, un regional y otro metro. Llegar a casa a las 23:00. Que la caldera no funcione y la casa esté helada. Pasar las notas de los exámenes que has corregido. Preparar las clases del día siguiente. Que al día siguiente tengas ocho clases. Querer Ansiar otra semana de vacaciones.
Dormir.
Poco.
Muy poco.
Demasiado poco.
Oír el despertador y pensar que has muerto y estás en el infierno. Dar ocho horas de clase simulando que estás fresco como una rosa pero estar acabado por dentro. Fliparlo con la gente que no se acerca a los demás cuando están resfriados. Fliparlo aún más cuando esa gente no son alemanes. Volver a tu casa. Ponerte a preparar el examen del día siguiente. Casi morir en el intento. Comer después de haberte tomado tan sólo un café, una magdalena y una tapa en unas diez horas. Maldecir a quien inventó internet y a esa "maldita vagancia que se ha adueñado de tu cuerpo estudioso y trabajador". Ponerte de verdad a preparar el examen. Que te llamen por Skype. Hablar casi una hora y no darte cuenta. Preparar el examen de una vez. Preparar la otra clase que tienes que dar al día siguiente. Dormir. Poco. Muy poco. Para no perder la costumbre.

Despertarte. Ser consciente de que no vas a volver el sol hasta abril y venirte abajo. Dar clase. Fotocopiar un examen. Recibir malas noticias que te cuentas cuentan como si fueran buenas noticias (es casi seguro que no nieve este año) y venirte aún más abajo. Volver a tu casa. Dormir la siesta del gorrión. Venirte arriba (pero poco). Volver al instituto. Poner el examen. Y por fin hacer lo que llevas cinco días deseando: ACTUALIZAR EL BLOG.

Y todo esto narrarlo casi en tiempo real cambiando tu estado del facebook contando el Quijote siete veces en menos de ocho horas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

qué gentuza!! mira q llamarte ¡UNA HORA!!! y no dejarte prepara el examen...si es que...de sesalmados está el mundo lleno ;-)

pd: que sepas que analizando mi día me di cuenta de que había sido mi mejor momento!! en el que con más gans me había reído!!

afra dijo...

Jajaja, yo también. Tendría que cambiarlo y poner "Hablar casi una hora y pasártelo tan bien que no te das ni cuenta". Es lo mejor que me ha pasado desde que he vuelto a Alemania.