domingo, 21 de octubre de 2012

Dos semanas

Dos semanas hace que no escribo, que no siento la necesidad imperiosa de pinchar en "entrada nueva" y empezar a teclear como si no hubiera un mañana. Eso sólo pasa cuando la vida 1.0 se pone tan interesante que me olvido un poco de la 2.0 (incluso facebook lo he tenido abandonado casi una semana, y por tuiter me han visto poco el pelo últimamente), así que ha sido algo bueno.

Desde mi última entrada han pasado muchas cosas: visitas, bailes, besos y abrazos, intercambios, viajes, confidencias, risas (muchas risas), ilusiones (muchas ilusiones), gente nueva y gente vieja (relaciones por las que parece que después de 22 años no ha pasado el tiempo). Si me paro a contarlo todo os dormís con la entrada, así que mejor resumo mucho y muy rápido.

Hace dos findes vinieron algunos profes visitantes de visita a Osna. Ocho personas (contándome a mí) durmiendo en mi casa; a la vez estaban los alumnos del intercambio (por cierto mi escuela tiene un intercambio con un instituto de Barcelona) y los profes. Con los profes apenas quedé durante el fin de semana, pero con los visitantes descubrí la noche osnabrückesa y otros placeres de la vida. La semana después estuve para arriba y para abajo con la gente del intercambio, y entre otras cosas fuimos al festival de cine independiente de Osnabrück, lo malo es que pudimos ir sólo el primer día, lo bueno es que los demás días no fuimos porque estábamos ocupados en otros menesteres.

El viernes me fui a Bremen con los alumnos y los profesores del intercambio y los alumnos alemanes que van a ir a Barcelona en febrero; estuvimos en el museo de las ciencias y cuando mis alumnos se volvieron a Osna empezó el fin de semana. Llegó Tudelaner, nos tomamos una cervecilla en Bremen y como nos estábamos quedando dormidos, nos volvimos al albergue. El sábado, Tudelaner y yo nos topamos con los barceloneses de casualidad, nos fuimos a comer con los profes y después a recoger a Kitaun, Carabanchelero y al resto de los profes visitantes que pasamos juntos el fin de semana. Cuando estábamos casi todos, nos fuimos a cenar y de cervezas al Schüttinger, que es un sitio donde elaboran su propia cerveza, la cerveza está bien, pero como vayas por la noche pueden tardar un millón de años en servirte (y mejor no pedir comida, porque entonces el tiempo se repliega sobre sí mismo); estando allí llegaron las Sevis (Sevimayor y Sevimenor), que tienen un amigo en Bremen y es donde se quedaron a dormir y al rato Frau Jägermeister y su churri (que también vive en Bremen), nos fuimos por ahí de fiesta y al rato a la cama, que el cuerpo llega un momento en el que dice "basta".

El domingo estuvimos de turismo por la ciudad libre hanseática y de cafés en plan tranquilo, que para algo estábamos de casi vacaciones y el lunes ya nos fuimos al cursillo que teníamos en Etelsen (a veinte minutos de Bremen). Como siempre, el cursillo tuvo cosas muy interesantes y cosas nada interesantes, profesores muy didácticos y profesores nada didácticos y lo mejor empezó cada día a las seis de la tarde, cuando lo único que podíamos hacer era hacer piña entre nosotros jugando al billar tomándonos una Alster (que así se llaman a las Radler en esta zona).

Después del cursillo, mucho estrés el jueves hasta mediodía, tres horas de tren, volver a Berlín sólo para cenar, tomarme una birra, dormir y coger un avión al día siguiente, y el viernes de vuelta para España durante diez días. Una de las mayores ventajas de ser profesor en Alemania es cómo se distribuyen las vacaciones, vale que no haya un verano kilométrico como en España, pero me encanta que no haya casi nunca más de siete semanas seguidas de clase.

Bueno, en realidad en Berlín pasó algo más.

Cuando el tren paró en Spandau (mi parada era la siguiente) y desde el tren vi los S-Bahn berlineses - amarillos con una raya roja encima de las ventanas justo antes del techo - me emocioné mucho, pero cuando bajé del tren en la Hauptbahnhof (la inauguraron cuando yo vivía allí poco antes de irme, así que esta semana ha sido la primera vez que la he utilizado) me acordé del año que estuve allí viviendo, de la gente que conocí, de cómo cambié en apenas unos meses (de cómo me cambió la ciudad) y decidí que sí, que tengo que volver, si no a vivir, al menos de visita con mucha frecuencia, que tengo que llevar a quienes no han estado aún y que tengo que dejar que quienes han vivido allí me enseñen SU Berlín y enseñarles yo lo poquito que queda de MI Berlín (he buscado en el antiguo blog de Morti la entrada sobre el Berlín propio de cada uno, pero no la encuentro, Morti, manfiéstate, por favor). Y digo lo poquito que queda de MI Berlín porque cuando salí el jueves por la noche de la estación de metro de Friedrichstraße no podía ubicarme, todo me era extraño y ésa era la segunda boca de metro que más utilicé durante todo el año después de la de mi propia casa.

Así que espero que pronto haya por aquí una entrada en la que os cuente lo bien que me lo he pasado en la mejor ciudad del mundo y me despido con una cita de Annelise Bödecker:


Die Berliner sind unfreundlich und rücksichtslos, ruppig und rechthaberisch, Berlin ist abstoßend, laut, dreckig und grau, Baustellen und verstopfte Straßen wo man geht und steht- aber mir tun alle Menschen leid, die nicht hier leben können!
Los berlineses son antipáticos y desconsiderados, groseros y autoritarios, Berlín es repulsiva, ruidosa, sucia y gris, hay obras y calles congestionada donde quiera que uno vaya o esté ¡Pero me dan tanta pena quienes no pueden vivir aquí!

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