lunes, 16 de julio de 2012

A todo se acostumbra uno

Siguen sin gustarme los fines de curso (aunque éste esté siendo especialmente amargo más allí que aquí), pero ya lo dice la sabiduría popular: a todo se acostumbra uno.

Este fin de semana ha sido la despedida de los últimos de Filipinas; sólo quedarán Marta y María para recordarle a Baden-Württemebrg que en 2010 llegaron nueve locos a enseñar español, nueve tipos que se dedicaban a jugar al billar en un sótano, a hacer carreras de sillones con ruedas por los pasillos, que de vez en cuando quedaban para comer pulpo en una cocina pequeñita (bueno, sólo lo hicieron una vez), y también a hacer barbacoas en un castillo de Hohenlohe; nueve tipos que compartían materiales en la nube, pero que les unía mucho más que una cuenta de dropbox; ocho tipos con un sobrino en común (pero que sólo compartía genes con la novena); nueve tipos que cuando llegaron a Baden-Württemebrg, media hora les parecía un viaje larguísimo, pero al poco tiempo estaban deseando meterse cuatro horas de tren; nueve tipos que al final se separaron sólo para encontrarse de nuevo alguna vez en algún lugar.


Ahora mismo acabo de llamar para dar de baja la televisión y la electricidad a finales de mes, y esta semana iré a darme de baja del ayuntamiento. Siguen sin gustarme los fines de curso. Sigue sin gustarme saber que voy a echar de menos a la gente. Pero al final se hace callo y a todo se acostumbra uno. Si la última noche de Berlín se me hizo un vacío en el estómago, este fin de semana me he despedido de la gente sin apenas darme cuenta de que ya se acaba este capítulo de la historia. Vamos, que todavía no me he dado cuenta; me daré cuenta cuando empiece a meter las cosas en cajas, cuando quite los pósters de la pared, cuando vacíe los armarios y rellene las maletas, cuando salga por última vez de la sala de profesores. Me daré cuenta pasado mañana cuando tenga las primeras "últimas clases" de este curso.


Y así se acerca ya el final de este curso poco a poco y sin verlo venir; será verdad eso de que a todo se acostumbra uno.

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